Lunes 15 de diciembre de 2014
Esteban Guevara/FBNET
Se presentó el primer acto de la esperada obra, y los actores no demeritaron. Un buen partido acogió el Estadio Ricardo Saprissa, digno de una final en la que participan dos de los mejores planteles de nuestra primera división, razón por la cual ambas oncenas se preocuparon por buscar el marco contrario. El desenlace, por otra parte, representó quizás la mayor sorpresa de la tarde-noche, por cuanto lo equilibrado del juego –en términos generales, pues durante los primeros quince minutos Saprissa pareció jugar sin contrincante- parecía que la serie quedaría abierta de cara al encuentro de vuelta en ‘la Ciudad de las Flores’; el 2-3 que antes del minuto 90 marcaba la pizarra hubiera sido un buen negocio para Jafet Soto y sus muchachos, empero los morados aprovecharon su condición, no me refiero tanto a la localía, sino a su “condición de campeones”, y se impusieron con un 4-2 que en Tibás ya huele a 31… a un 31 que en nada tiene que ver con lechón y sidra, sino con cetro y champaña.
“Condición de campeón”. ¿Qué es eso? Bueno, eso, estimado lector, es una enorme ventaja que pocos equipos poseen, y que en la disputa de un título, equivale a jugar con doce futbolistas sobre el terreno de juego… en estas líneas voy a tratar de explicar ese factor determinante que, por ejemplo, disfrutó LD Alajuelense en las anteriores cuatro finales nacionales de Invierno. Ayer el Deportivo Saprissa le pasó por encima a su rival florense durante el inicio, como se señaló en el primer párrafo; luego, acertó un “gol de camerino” en el segundo tiempo, cuando los cuerpos técnicos aún no habían tomado asiento tras el descanso “post-primeros 45”… posteriormente falló increíblemente una opción (a través de Diego Estrada) de las que sencillamente no se pueden desperdiciar en una final porque pueden dar al traste con la temporada completa, pero en lugar de que en el Monstruo recayera la vieja premisa “el que perdona pierde”, por el contrario marcó el que podría considerarse “lapidario” 4-2 final, en momentos en que el ‘Team’ esperaba el silbatazo final con diez hombres en el campo (Cristian Montero, baluarte defensivo, debió abandonar lesionado tras chocar con un compañero, en un ejemplo más de este tema).
¿Aún no lo convencen mis argumentos? Muy bien, entonces continúo: ¿cómo explicar que en el departamento de arqueros los rojiamarillos superaban por mucho a sus homólogos saprissistas, que adolecieron una de las peores crisis de errores (¡llámelos “bomberazos”, no hay problema en hacerlo!) de los últimos años, y ayer más bien fueron aquellos quienes sufrieron en ese puesto, con dos pésimas salidas en tiros de esquina, imperdonables en la definición de un título? No por nada la cara más larga de Jafet la vimos anoche en la conferencia de prensa justo en el momento de referirse a la elección y actuación de Moreira para defender la cabaña herediana…
Algunos le llaman “suerte de campeón”, yo prefiero evitar tal nomenclatura por cuanto tira por la borda el trabajo de un equipo al enaltecer el azar, que si bien es omnipresente en la vida, contradice la lógica del deporte: se entrena para mejorar, y la lotería no amerita entrenamiento.
A los morados mucha gente no les daba posibilidades en esta final, ni se las daba en la semifinal ante su archirrival, pero quienes opinaron así pasaron por alto el detalle al que he estado refiriéndome, que también pesa en el factor anímico. No es lo mismo sudar una camiseta, que sudar la camiseta del campeón. Lamentablemente las pasiones exacerbadas terminan por distorsionar tal sentencia, pues en lugar de enaltecer a un equipo, se cae en la soberbia de restregar en la cara del rival caído el trofeo ganado…
Es cierto, amigo lector, la serie no ha concluido. También tiene razón en que el CS Herediano es un equipo fuerte en su casa, efectivo en ofensiva, y secundado por una fiel afición que seguramente va a colmar el Rosabal Cordero… En lo que no concuerdo es en esa vieja frase que dicta “la ventaja de dos goles es el marcador más engañoso…” eso, con todo respeto si ud siempre la ha ponderado como válida, ¡es una farsa! Dijo una vez un versado director técnico: ¡deme un equipo ganando 2-0 y gano lo que sea! Basta acudir a las estadísticas: ¿cuántos 2-0, 3-1, 4-2 han sido remontados? Relativamente pocos, muchas menos veces que remontar un 1-0, que sí podríamos afirmar es un marcador engañoso… La vieja frase que hoy estoy refutando posiblemente la inventó algún periodista de esos que jugaron mucho fútbol… ¡en vídeojuegos!
La final no está resuelta, faltan 90 minutos que serán muy duros para ambos equipos, pero el conjunto tibaseño arribará a Heredia con una ventaja de dos goles, y jugará “con doce hombres”, como afirmé al inicio… Así que la escuadra florense deberá rendir un partido perfecto para lograr su cometido, que reitero, no es imposible, tiene equipo para conseguirlo, y sobre todo, ansía hacerlo. Ya veremos el desenlace…
Finalmente, no puedo cerrar mi comentario sin criticar el punto negro del juego de ida: el arbitraje, desde luego. Nuestra somera y poco incisiva prensa no se cansa de loar a los miembros del referato nacional aun cuando sus actuaciones están plagadas de desaciertos, como ocurrió esta vez en San Juan de Tibás. Claro, hay que tener presente que los árbitros son parte ineludible del producto que nos ofrecen las televisoras, las cuales ayer no escatimaron ocasión para engrandecer el encuentro de marras: “partidazo”, “de las mejores finales de los últimos años”, reiteraron como leyendo de un guion nuestros comentaristas deportivos… Por lo menos quien escribe estas líneas no observó un juego ni un nivel similar al que sí se pudo apreciar, por ejemplo, en aquel clásico igualado a cuatro en La Sabana en setiembre del año anterior. El de ayer fue un partido bueno, típico de dos elencos que salieron a proponer y que contaban con planteles para hacerlo, pero solamente eso.
Walter Quesada no expulsó a Alexander Robinson por una ‘plancheta’ que posiblemente de haber ocurrido en el Rosabal habría significado la tarjeta roja al esforzado zaguero morado; tampoco expulsó al canalero ‘Gavilán’ Gómez por golpear a Colindres en la cara y sin estar en disputa el esférico. Ni qué decir de Esteban Granados y su patada en la faz de Rusell y cabezazo en la cara de Deiver Vega… “Son acciones propias de una Final” dijeron en Teletica; no, son agresiones propias de una expulsión y punto. ¿Cuándo será el día en que los de La Sabana llamen las cosas por su nombre, especialmente cuando se trata de arbitrajes en juegos que –incidan o no los silbateros- triunfe el equipo de sus simpatías? Cuando lo hagan posiblemente mejorará el arbitraje y volveremos a contar con un árbitro central en una Copa del Mundo, pues para Rusia 2018 sumaremos 16 años sin uno en el máximo evento planetario… sí, ese es un “Dato Hamburguesero” que el estimado lector posiblemente nunca escuchará en las transmisiones referidas…
*La fotografía fue tomada de Diario Extra (Mauricio Aguilar).