por Keyvan Antonio Heydari
El domingo 8 de marzo, histórico para el fútbol de Estados Unidos, fue igualmente importante para el fútbol del Caribe y de Puerto Rico. En dominicana, comenzaron una liga profesional. En Orlando, debutó un equipo que puede ser gran bandera del deporte.
Procesando el evento, hay que tomarlo con perspectiva. El significado histórico se debe a la evolución del deporte en USA. El Mundial de 1994 fue un gran evento, más por ser «el gran show» que por una afición arraigada. Pero una generación ha crecido – jugando y viendo fútbol. La MLS, tras años de pérdidas, parece que va a virar la esquina y asentarse en toda la extensión del país. Y ahora tiene 20 clubes. Orlando y Seattle son la mejor prueba de eso.
El Citrus Bowl fue un show desbordante. Los Lions se han apropiado del color púrpura, similar a la manera que los Islanders tenían el naranja de bandera de mercadeo. Orlando SC debuta en la MLS, pero ya viene trabajando por varios años en Orlando. El primer partido que presencié en este estadio fue el partido mundialista entre México e Irlanda en 1994.
No estaba para evaluar el fútbol. Estaba para capturar el momento. Ya me había dado cuenta que Orlando tiene magia cuando estuve para la final de la USL en el 2013. Orlando ganó el trofeo 7-4 (!), y vi gran entusiasmo, sobre todo de parte de las dos barras que pueblan el sector detrás del arco. cancha. Al frente – literalmente – de esas barras hay varios boricuas radicados en Orlando.
Gerencialmente, Orlando tiene estampa inglesa. El visionario que mudó la franquicia desde Austin a la Florida, Phil Rawlins, también está en la junta del Stoke City inglés. El entrenador Adrian Heath, es inglés. Pero hay muestras que entienden el deporte global y su comunidad. El gerente general, Paul McDonough, es futbolero y ex coach de North Carolina. En el departamento de prensa, hay un venezolano, un brasileño, colombianos y un jamaiquino.
Gran evidencia son no solamente los 62,510 que fueron al juego, pero pequeños indicios de que se ha arraigado el equipo. Carros con calcomanías de púrpura, vallas publicitarias, ciudadanos con camisetas. Toda la semana, la apertura de la MLS fue noticia de primera plana en el diario y noticieros. Se vendieron los 60,000 boletos, y añadieron 2000 que también volaron. Levantaron los peajes camino al estadio, y el tren fue gratis.
Camino al estadio, vi a uno con camiseta «verdeamarela», y lo abordé hablando portugués. No era brasileño, sino de Isabela, Puerto Rico. Francisco González había manejado desde Nueva Jersey en honor a su hijo, que no podía acompañarlo.
«Mi hijo es loco con Kaká, y quería quele tomara foto y video. La mamá es ecuatoriana y le encanta el futbol. Yo me tiro», explicó. González, de joven que seguía a los Gallitos de Isabela, y manejó desde Nueva Jersey a Orlando. Ahora vino por Francisco Ethan González, su futuro deportivo. Cuando lo llamé ya estaba de camino al norte. «Estuvo bueno ese juego. Si los Islanders juegan, van los boricuas».
Fue el primero, pero no el único. Me esperaba una proporción de 40% de europeos/latinoamericanos de países futboleros, un 40% de ‘americanos’, y un 20% ‘other’. El censo futbolero me indicó que un 20% de los asistentes eran boricuas o tienen familia boricua. Por ejemplo, un grupo de cinco tenía un jamaiquino, un boricua casado con venezolana, y dos ‘americano’ casado con colombiana. Tal vez tengo un radar interno para encontrar boricuas, y no es un estudio científico, pero es indicativo de algo.
La verdad, hay que pararse y quitarse el sombrero a los Orlando Lions y a sus seguidores, sean de donde sean. Y si importa a estas alturas del cuento, el partido terminó 1-1, con gol de Kaká. «Quería anotar el primer gol en la historia de la franquicia. Fue amazing», dijo, y lo dijo en inglés.