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Es muy duro entrar con buenas expectativas a un partido y salir totalmente destruido; y me parece que todos hemos experimentado en algún momento. Yo, el primero. Siendo del Barça, vi muy cercana la posibilidad de lograr tres tripletes luego de vencer 3-0 al Liverpool en la ida de las semifinales de Champions en la pasada temporada. Luego de aquella gesta ante el temible equipo de Klopp parecíamos tener el boleto a la final asegurado, hasta que comenzó el partido de vuelta en Anfield. El equipo cayó estrepitosamente, sin explicación y sin recurso alguno para solventar.

Pero, agraciadamente, este artículo no se trata de los ‘triggers’ al trastorno de estrés postraumático del que sufrimos todos los culés cuando se nos habla de los partidos fuera de casa en Champions. No, esto es una reflexión luego de la última edición de Der Klassiker, el partido más renombrado de la recién reanudada Bundesliga.

El resultado de este enfrentamiento entre el Dortmund y el Bayern decidía si los bávaros conquistaban otro salatschüssel (bowl de ensalada en boricua) o si los negriamarillos se ponían a un punto del liderato. Sin embargo, es intrínseco a los Clásicos alemanes quedar teñidos de rojo luego de los 90′.

 

Como ya he avanzado entonces, el Bayern superó totalmente al Dortmund en todos los registros, se llevó la victoria y tiene muy encarrilado otro título liguero más. Pero, ¿qué le pasó al Dortmund? Muchos declaramos que éste era su año con las incorporaciones de Haaland, Brandt, Emre Can; los despuntes de Achraf y Sancho, y la veteranía de Delaney, Piszczek, Hummels y Reus. Además, venía jugando un muy buen fútbol, espectacular y totalmente llamativo, aún después del parón por el COVID-19.

Y es que he concluido que el problema del Dortmund no es falta de calidad, es falta de carácter. Ha tenido temporadas increíbles con plantillas increíbles y, sí, ha ganado dos Bundesliga en los últimos 10 años. Incluso llegó a una final de Champions luego de un póker de Lewandowski para eliminar al Madrid en la semifinal. Sin embargo, en Wembley les esperaba el Bayern.

Las historias recientes de un Dortmund absolutamente sólido siendo detenido en seco por cualquier Bayern son absolutamente interminables. ¿Les recuerda a otra rivalidad máxima? El Atleti del Cholo es exactamente igual cuando se trata de enfrentarse al Real Madrid: dos finales de Champions echadas a perder ante el mismo equipo y una sola liga en 10 años. Nadie puede decir que tanto el Atleti como el Dortmund no han tenido la calidad para sobresalir en el cara a cara contra sus máximos rivales y ganar más títulos.

Como decía anteriormente, es falta de carácter. Cada vez que el Dortmund tiene una oportunidad de oro contra el Bayern, es ley de vida que la desperdiciará de la manera más estrepitosa posible. Hoy es tan solo un reflejo de los últimos clásicos alemanes decisivos, donde el BVB se torna completamente irreconocible ante un Bayern que quizá, como hoy, no tuvo que ponerle mucho empeño al partido. El Atleti baila al mismo son; llegar a dos finales de UCL y dejar que tu máximo rival te pase por encima en el tiempo extra o en los penaltis es inaceptable.

Los entrenadores quizá tampoco han estado a la altura. Aunque, hay que exceptuar parcialmente a Klopp, quien fue el que dirigió al equipo en su mejor momento en 10 años y se fue habiendo ganado aquellas dos ligas, más una DFB Pokal. Pero claro, en la final de Champions lo echó a perder. Hoy Lucien Favre también me dejó mucho que desear; su equipo se plasmó irreconocible en la cancha y cuando peor la pasaba, el estaba sentado en el banquillo como un aficionado más. Contrario a Favre, Simeone tiene toda la intensidad del mundo, pero sus planteamientos y tácticas de equipo pequeño ante el Madrid (y otros rivales de alto calibre) le han perjudicado una y otra vez; simplemente no se ha atrevido a dar el paso extra.

Sin embargo, quiero hacer una pequeña salvedad porque no todo es negativo. Tanto el Wanda como el Signal Iduna Park son de los campos más emocionantes de Europa y no es solo por la arquitectura. Ambos clubes cuentan con aficiones de primera, pero eso sí, quizá ellos también pueden exigirle más a sus clubes. Siempre me será curioso como los atléticos celebran que «nunca han perdido una final de Champions contra el Madrid en los noventa minutos». Despierten y exijan, colchoneros, que al final esos títulos duermen en el Bernabéu y en el fútbol no se dan premios por simpatía.

Hoy la mano de Boateng en el área debió haber sido penal para el Dortmund, y el Atleti también tiene una lista larguísima de injusticias arbitrales contra el Madrid (como la tiene todo club). Pero si hay algo cierto es que, independientemente de los árbitros, ninguno de los dos ha tenido mucha posibilidad de salir adelante en partidos así; han llegado sabiendo que van a perder. En fin, un complejo de inferioridad inmenso ataca a estos ambos clubes y los ha dejado completamente inertes en los momentos importantes.

 

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