Lunes 26 de agosto de 2013
Esteban Guevara/FBNET
Todo aficionado que supere los 30 años de edad reconoce el nombre Gianluca Pagliuca. Guardameta titular de la selección italiana en los Mundiales Estados Unidos 94 y Francia 98, además de la Sampdoria y el Inter de Milán, fue una garantía de seguridad en la cabaña de los equipos que conformó a lo largo de las 22 temporadas que disputó durante su carrera. El momento que el destino le asignó para convertirse en el solitario amo de los tres tubos de la Azzurri correspondió al lapso comprendido entre la salida de Walter Zenga –mejor arquero de la Copa del Mundo en 1990, según FIFA-, y la llegada de un monstruo como Gianluigi Buffon –campeón en Alemania 2006-. Pese a la exigencia que demandó estar ubicado cronológicamente entre aquellos dos consagrados guardametas, Pagliuca no desmereció, y quienes recordamos sus grandes actuaciones, podemos dar fe de ello.
Sin más demora inicio la tarea de relacionar al ex cuidavallas italiano con el fútbol costarricense. El lector más versado en los pormenores del balompié nacional probablemente con observar la imagen que introduce la presente nota ya habrá identificado de qué se trata la empresa de hoy; y si no es así, de antemano le prometo que no se defraudará, pues la anécdota que a continuación voy a referir llamará su atención, tal como sucede con la mayoría de relatos que proporciona el más hermoso deporte del planeta.
En junio de 1994 la afición costarricense esperaba con ansias, pero al mismo tiempo con cierta tristeza, el comienzo del Campeonato Mundial Estados Unidos 1994. Dicha tristeza se debía a que el equipo de todos los ticos no estaría presente en los escenarios norteamericanos, pues dos años antes había sido eliminado al no poder avanzar en la cuadrangular semifinal eliminatoria de la CONCACAF. México y Honduras –como muchas otras veces en el pasado- le habían privado reeditar a la Sele lo alcanzado en Italia 90.
Al quedarse sin poder participar en el máximo evento futbolístico de la FIFA, Costa Rica se convirtió en una opción de sparring para las selecciones que sí asistirían al torneo y que por ende necesitaban foguearse. A manera de consuelo se dice algunas veces que ese tipo de encuentros son el pequeño Mundial que disputan los desafortunados representativos nacionales que no lograron hacerse con el correspondiente boleto; algo similar a la minigira europea que realizó la Tricolor en 2010 con Ronald González como técnico interino. De tal forma, hace 19 años Noruega midió fuerzas con un Club Sport Herediano que actuó como Selección Nacional, pero el duelo que definitivamente acaparó la atención de los ticos correspondió al que se jugó en la ciudad estadounidense de New Haven, Connecticut, ante la siempre poderosa selección de Italia.
A una semana de iniciar la Copa, los europeos se presentaron esa vez con algunos de los mejores futbolistas del orbe. Roberto Baggio, Franco Baresi, Demetrio Albertini, Giuseppe Signori, Dino Baggio, Antonio Costacurta, Roberto Donadoni, Danielle Massaro y, por supuesto, Pagliuca, convertían a aquel seleccionado dirigido por Arrigo Sacchi en un claro favorito al título. Los costarricenses, por su parte, asistieron con las mejores piezas de que disponían en aquel entonces, y alinearon entre otros a José Alexis Rojas, Richard Smith, Javier Delgado, Mauricio Solís, Floyd Guthrie, los juveniles Reynaldo Parks y Rolando Fonseca, y los mundialistas Mauricio Montero, Roy Myers y Hernán Medford; Toribio Rojas era el debutante estratega tricolor. Como detalle contrastante cabe mencionar que mientras Italia contaba con jugadores de los clubes Milan, Juventus, Inter, Lazio, Parma y Sampdoria, los nuestros jugaban todos en equipos nacionales.
Una de las características que rodea este tipo de compromisos para los ticos radica en el hecho de que tan excepcional oportunidad de enfrentar a figuras de tal calibre les inyecta una dosis extra de motivación, razón por la cual en la mayoría de las veces se crecen –como se afirma en el argot futbolero- y terminan brindando muy dignas presentaciones. El caso de aquel juego contra los italianos no fue la excepción, y al final Costa Rica cayó 0-1 pero por momentos se dio el lujo de poner contra las cuerdas a su experimentado adversario, según reconocerían los propios futbolistas de la Azzurri. Concluida la contienda correspondió el tradicional cambio de camisetas, acto en el que el Chunche se convirtió en el principal favorecido, pues se dejó la número 10 que utilizó Roberto Baggio. El cancerbero nacional Alexis Rojas, por su parte, recibió de Pagliuca su preciada prenda de manga larga.
Posteriormente cada representativo asumió el reto siguiente. Italia le hizo frente al Mundial, cita en la que terminaría subcampeón, realzando aún más para los nacionales el honroso marcador de 0-1; mientras que en Costa Rica se jugaría el partido de vuelta de la final del certamen. El Deportivo Saprissa y Liga Deportiva Alajuelense eran los invitados de honor, y tras haberse enfrentado en Tibás una semana antes de partir a EEUU (victoria morada 2-0), correspondía dilucidar quién sería el monarca.
Aquella mañana del domingo 19 de junio resultó muy llamativo el hecho de que el arquero manudo Rojas se presentó al campo del Estadio Alejandro Morera Soto vistiendo justamente la camiseta que había conseguido tras el trueque con Gianluca Pagliuca. Agüizote para algunos, un gran obsequio que ostentar para otros, lo cierto es que al final ni José Alexis ni sus compañeros manudos pudieron rescatar la serie, pues pese a triunfar 2-1 el marcador global les fue insuficiente y sufrieron la celebración saprissista en su propio Gigante de El Llano. El gol de los morados, que a la postre aseguraría el primer título tibaseño tras una sequía de cinco años, fue obra del volante Roy Myers al minuto 47, cuya acción se contempla en la imagen de marras.
Resuelto el misterio de que en realidad el Flaco Maravilloso no venció a Pagliuca, sino al Supermán Rojas, solo resta referirme a unas de las tantas bromas que generó aquel episodio, que sin embargo no desprestigia el excelente nivel que exhibió siempre tan buen guardameta nacional (por lo tanto confío en que el estimado lector no se molestará, pues la única intención de estas líneas consiste en exponer parte de la historia futbolística local con sus matices del folclore social). Como los clásicos siempre se han prestado para hacer mofa del vencido –toda la vida ha sido así, aún lo es y lo seguirá siendo-, en aquel lejano 1994 no faltó seguidor saprissista que del modo más sarcástico les preguntara a los parciales rojinegros si Gianluca usaría la camiseta del portero manudo en algún encuentro del Mundial; o bien, que asegurara vilmente que el italiano posiblemente ya había encontrado el trapito con el cual limpiar su lujoso automóvil… ¡ay con los morados y los manudos!