Jueves 1 de septiembre de 2016
Edwin R. Jusino | Desde la Tribuna
Para parafrasear una de las citas más célebres de de la literatura de ciencia ficción, «hay algo seriamente mal con nuestro fútbol», y todos lo sabemos. Por más que le guste a la gente señalar a uno que otro líder, empezando por Eric Labrador, ellos no tienen la culpa. No, ellos son solo un síntoma del problema más profundo que hay en nuestro deporte.
Héctor «Pito» Ramos tomó la valentía de hacer lo que ningún jugador ha hecho desde el 1992, decir «¡basta ya!». Rápido hinchas y ciertos medios de comunicación lo tildaron de oportunista, y de mercenario, cuando la realidad es que lo que le deben a Pito es una fracción ínfima de lo que el se gana como jugador profesional. Pero a estas fuerzas ciegas no les importa. Lo único que les importa es su autogratificación, o en otros casos, defender el sistema sutilmente.
La realidad es que Pito lucha porqué a nuestros atletas futbolistas se les mejoren sus condiciones de trabajo. En ambos sexos, hay jugadores que ponen en riesgo sus trabajos por cumplir con un deber patriótico; en otros casos sus estudios. Un deber patriótico que sienten por las expectativas de la fanaticada y otros sectores de la sociedad.
Peor aún es el caso de las femeninas, que ni un solo centavo de dieta se les ofrece, pero se les exige que se transporten de pueblos lejanos a entrenar. Se les exige que compitan al más alto nivel pero no hay equidad en el trato hacia ellas de parte de la FPF. Irónico que el Comité Ejecutivo con más mujeres sea el que por acción o inacción mantenga esa estructura patriarcal en su lugar.
¿Es justo que a las selecciones visitantes se les trate mejor que a la local? Que mientras a los nuestros los tratan como a cualquiera, a las delegaciones extranjeras se les trata como a reyes.
Tal vez es el síndrome del colonisado que afecta a tanto puertorriqueño, o tal vez es la avaricia o el amor por las apariencias. Vivimos en una sociedad que se queja pero no actua.
¿Cuantas veces han tenido la oportunidad para destituir a Labrador y compañía? Ya van 3 oportunidades y los políticos del fútbol han hecho mucho ruido, pero a la hora de la verdad han metido sus rabos entre sus patas, siendo cómplices de esta debacle. Les ha temblado el pulso, y el lo sabe. Despues de todo, Labrador es un experto manipulador. Yo sé porqué lo hacen, porqué mantienen su apoyo a Labrador. Por miedo. Miedo a que los fantasmas del pasado regresen, miedo a un futuro incierto, o en otros casos por conveniencia. Mientras les estén garantizando viajes y otras «ayudas» les compran su silencio.
Labrador no tiene la culpa, toda su vida ha sido un animal político; la culpa la tienen los que por su acción o inacción han remitido una y otra vez su confianza en el.
Los jugadores de nuestras selecciones son nuestros, no de la Federación. Ellos son los que se ponen nuestra playera y nos representan en el campo de juego. Se merecen un respeto, y lo mínimo que debe hacer la Federación Puertorriqueña de Fútbol (FPF), que por si acaso no es Labrador sino todos los clubes, jugadores, árbitros, y técnicos, es honrar sus promesas de pago.
Y ahora Labrador amenaza con sancionar a los jugadores que están en huelga de manos caidas, que están en todo su derecho a protestar.
Pito está tomando acción. ¿Quien más tendrá la valentía patriótica de levantarse y decir ¡basta ya!? ¿Los dejarán solos, seguirán con su inacción manteniendo su confianza en Labrador? ¿Cuando empezarán a exigir la transparencia, y respeto que se merecen? ¿Seguirán callados?
Recae en ustedes, lectores, futbolistas; está en sus manos.