Lunes 28 de octubre de 2013
Esteban Guevara/FBNET
A las 9:20 pm del pasado martes 15 de octubre el árbitro chapín Walter López emitió un largo silbatazo mientras señalaba con su mano el centro del campo del Estadio Nacional en La Sabana. Había terminado el cotejo y la selección de Costa Rica acababa de cerrar con broche de oro una gran hexagonal eliminatoria de la CONCACAF en la que se adjudicó el segundo puesto de la tabla, y por ende, el boleto a Brasil 2014. En las gradas del coliseo josefino se vivió un ambiente de felicidad y orgullo de parte de los aficionados locales, contrastante con el vergonzoso y amargo sentimiento de los pocos seguidores aztecas presentes, quienes apenas unos instantes antes habían vuelto a respirar tras permanecer en coma durante ocho largos minutos, ocho eternos minutos que jamás olvidarán…
A partir de ese momento las reacciones no se hicieron esperar. Mofas en redes sociales y ácidas críticas emitidas por los conocedores del fútbol mexicano, –y también los no tan conocedores- dejaron en evidencia el malestar general de una nación de casi 118 millones de habitantes, quienes no podían imaginar algo más irónico que haberse salvado del abismo gracias a sus odiados vecinos norteños, cuya selección plagada de suplentes hizo la hombrada de la forma más profesional posible y le dio vuelta a un adverso 1-2 en Ciudad Panamá en los minutos de sobretiempo. Tal como lo señaló el autor de estas líneas en una anterior columna, al mejor estilo de una película hollywodense apareció un desenlace de infarto, inimaginable aún para el más asiduo de los televidentes.
Varios datos terminaron de empeorar la llaga mexicana: el gigante del área obtuvo un pobrísimo 55% de rendimiento en su Estadio Azteca, debido en gran parte a su escasez de triunfos (apenas dos), lo que llevó a sus federativos a echar mano de cuatro directores técnicos diferentes en la hexagonal y el próximo repechaje, es decir, la afición futbolera de la CONCACAF ha visto más entrenadores sentados en el banquillo de México, que victorias del equipo. “Ustedes, los que están de verde, […] que les quede claro toda su vida: ustedes no hacen nada por la camiseta, ustedes no impulsan al equipo, ustedes no nos meten a la Copa, ustedes no nos dejan vivos; es Estados Unidos, no ustedes, no ustedes y su soberbia, no ustedes y su infamia…”, afirmó con visible vehemencia el narrador mexicano de TV Azteca, Christian Martinoli, cuando los estadounidenses “ayudaron” a su desvalido Tri. Tales palabras reflejan quizás de la manera más elocuente el sentir de sus paisanos, quienes consideran la clasificación de panzazo(como le llaman allá; en nuestro país se suele llamar dejando los pelos en el alambre) una de las peores humillaciones de la historia de su selección, comparable con los fracasos hacia los Mundiales Alemania 74 y España 82, así como la paupérrima presentación exhibida en Argentina 78, hechos que hicieron nacer y posteriormente, revivir, el mote de “ratones verdes” para sus seleccionados nacionales.
Ahora bien, dejando las bromas de lado, así como ese inevitable y morboso sentimiento de satisfacción que genera el ver de rodillas al acérrimo rival, hay ciertas consideraciones que merecen ser analizadas debido a lo mucho que podemos aprender los costarricenses al respecto. Primero que todo debo referirme a la soberbia que señalaron Jorge Luis Pinto y Joel Campbell acerca de los mexicanos. “Por esa soberbia y ese irrespeto es que ahora tienen que venir a sufrir aquí”, opinó en conferencia de prensa el delantero del Olympiakos griego. Personalmente difiero de tal aseveración por la sencilla razón de que el karma no siempre juega de titular en el campo del balompié. Si así fuera, entonces ahora mismo los argentinos –con el respeto que se merece tan noble tierra- estarían preparándose para disputar un repechaje mundialista ante Jordania, o en un panorama peor, lamentándose por quedar fuera de Brasil 2014.
Asimismo, hay que señalar un aspecto que muchas veces la pasión impide concebir con claridad: quienes tenemos años de seguir eliminatorias mundialistas de nuestra región, podemos atestiguar que en la mayoría de los casos los futbolistas aztecas no han caído en tal etiqueta –salvo evidentes casos como Cuauhtémoc Blanco, Jared Borgetti, Carlos Hermosillo, entre algunos otros más que jamás se abstuvieron de criticar y minimizar al resto de sus rivales del área-. La verdadera culpable, la que realmente ha promovido una fuerte animadversión hacia aquella selección ha sido históricamente su prensa deportiva.
Comunicadores como el narrador Ángel Fernández, “célebre” por su afirmación “¡Pero qué lindo juega México!” mientras Alemania Occidental vapuleaba 6-0 al equipo tricolor en el Mundial de 1978; o los periodistas que sugirieron que el Tri debía solicitarle a la FIFA su incorporación a la CONMEBOL tras finalizar subcampeón de la Copa América en 1993; o el irreverente David Faitelson que con una seguridad pasmosa sentenció que la CONCACAF estaba frita y México clasificaría caminando al Mundial de Brasil; ellos y muchos más que escuchamos prácticamente todos los días en las principales cadenas televisivas estadounidenses de habla hispana, desde hace años se han encargado de acaparar rating de la forma menos objetiva posible, unas veces mediante viles y engañosos puntos de vista, otras tantas a través de un nefasto fanatismo futbolístico. Sea cual sea el “método de venta”, al final el resultado es el mismo: los demás 39 países adscritos a la Confederación terminan por desarrollar una antipatía contra aquel país, que muchas veces trasciende lo deportivo, cosa que no debería ocurrir con un pueblo cuya cultura tiene tanto que ofrecernos a todos.
Sin querer convertirme en el abogado defensor de los seleccionados mexicanos, estos cargan un peso mayúsculo que no pidieron, y es precisamente esa aversión que su prensa se encarga de alimentar diariamente entre los demás países del área. Así, estimado lector, ¿considera justo que esos dedicados padres de familia e hijos de honorables mujeres mexicanas reciban una sonora silbatina cuando se presentan a los aeropuertos de naciones del Caribe, o sean insultados a más no poder en todo estadio centroamericano donde deban jugar? ¿No cree usted que si existiera justicia en la vida, deberían ser Faitelson, Gabriel de Anda, Javier el Gato Vargas y muchos de sus colegas los que tendrían que palidecer tales predicamentos en lugar de escudarse en sus cómodas cabinas de transmisión y cobardes tweets?
Es completamente justificada la designación de “Gigante de la CONCACAF” para el combinado mexicano. Sus catorce participaciones en Copas del Mundo, su millonaria infraestructura que alberga una liga de primera división a la altura de la argentina o la brasileña, sus futbolistas en algunos de los principales torneos de Europa, y sus dos títulos mundiales sub17 y uno de Juegos Olímpicos así lo confirman. Sin embargo, y sin el mínimo intento de desprestigiar su fútbol, como selección mayor, a nivel mundial siempre ha quedado debiendo el éxito que si bien muchos pronostican, hasta la fecha no ha podido alcanzar. Basta con revisar su paso por el máximo evento balompédico del planeta: debutó en Uruguay 30, y le tomó 28 años lograr cosechar su primer punto (1-1 vs Gales); en Chile 62 por fin ganó su primer encuentro (3-1 ante una Checoslovaquia que ya había clasificado a la segunda ronda); en su primer torneo mundialista en casa (1970) avanzó a la siguiente fase tras “coincidir” en su grupo con El Salvador (el que hubiera dos selecciones de la CONCACAF en el mismo grupo es algo inconcebible en estos tiempos); en su siguiente oportunidad como local (1986) avanzó a Octavos, donde la Diosa Fortuna lo topó con una débil Bulgaria que jamás había ganado un solo partido en una Copa del Mundo, y así no tuvo problemas para continuar su transitar hasta Cuartos de Final; mientras que desde 1994 a la fecha ha llegado a la segunda ronda sin poder ir más allá, consolidando la llamada “maldición del quinto partido” al que no ha podido clasificar, ni siquiera en Corea-Japón 2002 cuando le correspondió enfrentar un rival relativamente accesible como Estados Unidos, con el que cayó 0-2 en Octavos.
“México da clases gratis en la CONCACAF”, afirmó en su momento el ex Pichichi Hugo Sánchez; sin embargo, desde 1997, año en que se empezó a jugar la eliminatoria del área bajo el formato de hexagonal a visita recíproca, el conjunto azteca únicamente se ha podido proclamar monarca en una sola ocasión, –precisamente esa primera, pues en los posteriores cuatro torneos los campeones fueron EEUU o Costa Rica- asimismo cabe señalar que salvo en una única oportunidad, (para Alemania 2006) siempre ha necesitado destituir a su director técnico antes de concluir el respectivo proceso mundialista, lo que evidencia que el certamen no ha sido un día de campo para el Tri. Con las anteriores referencias deseo externar mi crítica hacia la prensa mexicana, la cual debido a fines económicos ha magnificado la imagen de su selección nacional. A manera de analogía apelo a la mitología griega para explicarme: México ha sido siempre como Polifemo, el gigante hijo de Poseidón que vivía en una cueva cercana a Etna, sin embargo sus comunicadores le han vendido a la gente –principalmente a sus parciales- la idea de que México es como Atlante, el gigante hijo de Zeus que sostenía el mundo sobre sus hombros… La de los medios aztecas resulta una práctica irresponsable debido a que al alimentar expectativas mayores a las que verdaderamente poseen provocan que a la hora de caer en la realidad, el impacto y la frustración terminen siendo más graves y críticos, dando pie así a innumerables ataques y cuestionamientos por parte del mencionado gremio, así como de la afición, inconscientemente manipulada por el primer sector; de tal forma sus futbolistas terminan siendo el blanco de las más severas y despiadadas críticas.
Un futbolista azteca que refleja lo citado anteriormente es Javier Chicharito Hernández. El ex delantero del Guadalajara era una sensación en México antes de arribar al Manchester United, previa orden expresa de SirAlex Ferguson. Probablemente ahora nadie recuerde las fuertes críticas hacia el ex técnico del Tri, Javier el Vasco Aguirre, por relegar a la suplencia al atacante en Sudáfrica 2010, pese a que cuando actuaba aportaba anotaciones (se despidió del mundial sudafricano con un promedio de un gol cada 82,5 minutos). El actual estratega del Español de Barcelona fue cesado entonces del banquillo mexicano pues le cobraron, entre otras cosas, ese desatinado criterio para con Hernández. Una vez en Old Trafford el jugador se convirtió en titular y al final de la campaña quedó nominado entre los mejores novatos de la Premier League. Ello deparó en que ESPN, Televisa, TV Azteca y Fox Sportsnos ofrecieran chícharo para el desayuno, el almuerzo y la cena, hasta que terminamos por empacharnos y actualmente provoca arcadas en el estómago tan solo escuchar el nombre de tal guisante, aunque repito, no es culpa del jugador, quien dicho sea de paso, siempre se ha caracterizado por una humildad inigualable.
En la triste actualidad de la selección mexicana, Javier Hernández es posiblemente el futbolista que peor se ha visto y al que más ha afectado la presión, al punto de no poder anotar ni de penal contra los canaleros, ni con el marco desguarnecido ante Costa Rica. El número 14 de México ahora es tildado de fiasco por la misma prensa que lo llevó a la cima y que casi lo igualó con estrellas mundiales de este deporte como Lio Messi y Cristiano Ronaldo. Los mismos comunicadores que lo ensalzaron en demasía, hoy le piden al nuevo timonel Miguel Herrera que no lo convoque para el segundo duelo decisivo ante Nueva Zelanda (no jugará el partido de ida debido a una suspensión por acumulación de amarillas); así “funciona” la prensa azteca…
¿Qué podemos aprender en Costa Rica de la situación actual de México? Bueno, sin necesidad de una dosis exagerada de astucia resulta fácil identificar que la prensa deportiva tica no se aleja mucho de su similar mexicana. Hoy el país más feliz del mundose jacta de haber tenido contra las cuerdas a su principal oponente futbolístico de la región; mientras Eduardo Li y su gente se encuentran pactando fogueos preparatorios rumbo a Brasil 2014, el Trino sabe si la eliminación del América a manos de LD Alajuelense será un mal presagio de lo que le espera a su selección en el repechaje ante el campeón oceánico, todo ello conforma una agradable atmósfera de tranquilidad y satisfacción en el medio futbolístico nacional… Por tal motivo ya nadie recuerda las secuelas de la eliminación tricolor hacia Sudáfrica 2010; ninguno de los aficionados costarricenses rememora aquellos malintencionados periodistas que con un fanatismo completamente antiprofesional cargaron toda su artillería para atacar y culpar de tan lamentable desenlace a Walter Centeno, como si el Paté se hubiera envestido de villano en cada uno de los 20 encuentros que disputó la Sele en aquella eliminatoria mundialista. Sin ánimo de defender al ex volante saprissista, ni mucho menos postularlo a Míster Simpatía, -hasta los seguidores morados reconocen su difícil carácter- el hecho de que un futbolista no se amigue con absolutamente todos sus compañeros de selección no es motivo suficiente para condenar al equipo al fracaso deportivo, y cualquier entrenador o ex futbolista lo puede corroborar. En el balompié, como en cualquier otro trabajo, se debe convivir con muchas personalidades distintas, de eso tratan concretamente las relaciones humanas, y si se topa con un tipo engreído, simplemente no se le debe dar mayor importancia puesto que lo que prevalece es la meta colectiva. El amigo lector posiblemente lo habrá experimentado en algún equipo, en alguna oficina de trabajo, en algún aula de clases, etc. La actual selección nacional, si bien los propios seleccionados la califican como una familia, guarda casos en los que no todos disfrutan de una completa comunión entre ellos o con el cuerpo técnico.
Por otra parte, nuestra prensa no duda en calificar de soberbio al técnico nacional Jorge Luis Pinto. Criticó al colombiano cuando el camino se puso cuesta arriba; sin embargo hoy, analizando toda la eliminatoria en retrospectiva (desde la fase de cuadrangulares), hay que reconocer que el cafetero supo rectificar, si no en la totalidad, sí en la mayoría de los casos. La afición desaprobó mediante crueles silbatinas la decisión de alinear a Óscar Rojas y Michael Barrantes, y Pinto prescindió de ambos; se cuestionó el empleo de Álvaro Saborío como único hombre en punta, y Campbell terminó adueñándose de esa posición; se solicitó la presencia de Brian Oviedo en el carril izquierdo tricolor, y el jugador del Everton terminó titular en el cierre de la hexagonal. Y luego de la clasificación a Brasil hubo comunicadores nuestros que se aventuraron a autoproclamarse responsables del éxito tico, pues, según ellos, sus señalamientos obligaron a don Jorge Luis a rectificar… ¿existe mayor ejemplo de soberbia de la prensa nacional?
Estoy seguro de que el día de mañana, cuando a la Sele no le salgan las cosas, aparecerán varios periodistas ticos tildando de mediocres a nuestros seleccionados, a los mismos que vitorearon y aplaudieron contra México… Bastará con que la Tricolor pierda un par de amistosos próximamente para percibir, una vez más, ese fanatismo y esa soberbia que prevalecen en muchos de nuestros comunicadores cuando el cielo se oscurece. Por lo tanto los aficionados deben estar preparados con una mejor capacidad de criterio que les permita gozar de la serenidad y cautela que se requiere ante una prensa más volátil que la dinamita. La situación actual en México debe servirnos para aprender cuáles errores no tiene que cometer el periodismo, al tiempo que a la afición tica le ayudaría para empezar a diferenciar entre opiniones objetivas –por ende, profesionales- y otras que nacen de hígados enfermos o mentes alteradas propiciadores de micrófonos y computadores venenosos ávidos de vender…