Lunes 12 de mayo de 2014
Esteban Guevara/FBNET
Cuesta arriba. Con 77 minutos por delante, en campo visitante y estando en disputa el título nacional, Jonathan McDonald abandona el juego tras ser expulsado por propinar un codazo a David Guzmán. Su acción marcaría el destino del encuentro. (Tomada de La Nación)
El Deportivo Saprissa venció 1-0 a LD Alajuelense el sábado anterior en San Juan de Tibás y volvió a colocar un cetro en sus vitrinas, tras cuatro años de una sequía de títulos que ya empezaba a adoptar tintes de frustración en las huestes moradas. El único tanto del juego fue marcado al 42’ por Hansell Arauz mediante un testarazo que contó con la complicidad del arquero manudo Patrick Pemberton, cuyo intento por detener el no muy contundente remate fue bastante deficitario. Sin embargo la acción que definitivamente señaló el destino del encuentro se había producido media hora antes, cuando el delantero rojinegro Jonathan McDonald infligió un codazo a la cara del volante local David Guzmán, por lo que la tarjeta roja directa se convirtió en el inobjetable castigo que aplicó el silbatero Jeffrey Solís. Ese hecho, acaecido al minuto 13 de la primera parte, envistió de villano de la noche al atacante alajuelense , mas como el estimado lector podrá dilucidar en las siguientes líneas, existen muchos culpables más alrededor de McDonald; justamente a tal respecto decidí dedicar la presente columna.
En un deporte de tantísima fricción, el que un jugador pierda la cabeza y se haga expulsar estúpidamente en una final no es un acto poco común. Existen muchísimos casos, a saber dos de ellos: la agresión que cometió hace un año José Villalobos Chan contra Víctor Mambo Núñez que significó el penal con el que los florenses acortaron la ventaja que el CS Cartaginés había obtenido en la ida, y que finalmente incidiría en la imposibilidad de que los brumosos acabaran con la ‘maldición’ de 73 años sin dar la vuelta olímpica en el certamen nacional. Otro ejemplo, de nivel internacional, fue la triste despedida del fútbol profesional de Zinedine Zidane en la Copa del Mundo Alemania 2006, cuando en tiempos extra reaccionó a las provocaciones del italiano Marco Materazzi y lo derribó de un cabezazo; con esa acción el galo pasó del cielo al infierno en 103 minutos, pues al 7’ había dejado atónito al mundo al marcar un penal al estilo Panenka, mas en el yerro de marras nos recordó lo simple y mortal que era.
En el caso de Jonathan McDonald, existe un par de agravantes que impiden etiquetar su fallo como tal: su edad (a los 26 años dista mucho de ser un novato en estas lides) y los reiterados antecedentes de reacciones impulsivas que lo han obligado a abandonar el campo antes del pitazo final (el más reciente con la Bombonera toluqueña como escenario, en juego en el que su equipo dilapidó el sueño de asistir al Mundial de Clubes). Por tal razón el artero golpe descalificador a Guzmán, con todas las circunstancias ya conocidas, no se debe considerar un error, sino una estupidez.
Opino necesario incorporar en este punto una analogía para empezar a dirigir al lector hacia los principales culpables de que un futbolista decida tirar la temporada por la borda con tal de cobrarse por sí mismo los roces que mantenga –muchas veces iniciados por el propio jugador- con sus rivales. Si Pedrito se porta mal en la escuela, si no hace tareas, no estudia, y encima de todo se pelea con sus compañeritos, el maestro deberá dar parte al padre del niño. ¿Qué sucede si el padre de Pedrito en lugar de aplicar el correctivo requerido, más bien excusa a su retoño? ¿Obrará bien el señor si con la mayor arrogancia del mundo prefiere culpar al maestro por las contravenciones de Pedrito? Inevitablemente el joven estudiante continuará portándose mal, y si es que acaso logra aprobar el curso, en el futuro difícilmente podrá eludir tantos peligros que la vida le colocará en el camino, hasta caer en el mundo de las drogas y consecuentemente en el delito, la cárcel o la muerte.
Pues bien, efectivamente, el papel del padre alcahueta de Pedrito en la analogía recae como anillo al dedo en la dirigencia de LD Alajuelense. ¿Ya alguien habrá olvidado los hechos de setiembre de 2011 en el Estadio Rosabal Cordero? O peor aún, ¿ya nadie recuerda los posteriores ingentes esfuerzos administrativos que los directivos manudos llevaron a cabo para evitar que su delantero estrella evitara la sanción de 13 fechas a la que fue condenado por las autoridades futbolísticas nacionales como principal propiciador de la batalla que ocurrió esa vez en la Ciudad de las Flores? (por si aún no hay claridad mnemotécnica, los liguistas cayeron 0-4 en un duelo que debió concluirse un cuarto de hora antes del final porque debido a las expulsiones que dejó esa pelea y a una muy sospechosa lesión se quedaron sin el mínimo de hombres en el terreno para poder actuar acorde al reglamento). Al mejor estilo de un abogado que defiende los intereses de su cliente pederasta, los dirigentes rojinegros buscarían el portillo legal para sortear la pena impuesta, y lo lograrían, tanto con Mac como con Elías Palma (sancionado este último con diez juegos).
Actuaciones como aquella de hace casi tres años por parte de los mandamases rojinegros, por un lado explican el comportamiento beligerante del artillero, y por otro, mediante un nefasto fanatismo le demuestran a su afición (lamentablemente, niñez incluida) que en el fútbol se vale cualquier cosa con tal de ganar. El mismo mensaje reproducen -tal como lo han hecho desde entonces- al excusar las malas presentaciones del equipo culpando al árbitro o la asignación de este, a la UNAFUT, al balón, a la otra televisora, al viento, al cansancio, o a cuanto factor se les ocurra. “El campo influyó”, señalaron también sobre el partido del sábado, pese a que cualquier entendido en la materia sabe que para un equipo cuya misión consiste en sostener un 0-0 en inferioridad numérica el encontrarse un terreno de juego inundado y en el que el balón rueda con mucha dificultad es casi como ‘pegarse’ la lotería…
Gran parte de la afición, desde luego, también es culpable en este asunto. Cuando la animadversión que se siente por un equipo rival es alimentada por resentimientos que a veces rayan la envidia, solo puede crearse más fanatismo; me explico: si al palmarés morado (superior al alajuelense por un solo cetro, pero en 28 años menos de estar en Primera que aquellos) se le añade su participación –circunstancial o no- en el Mundial de Clubes de la FIFA Japón 2005, ello termina por provocar frustración en su archirrival, un cuadro con la misma infraestructura y capacidad para emularlo, pero que no ha podido consolidar ese último logro. Valga señalar, a manera de ejemplo, la rivalidad Boca-River y cómo se fue haciendo cada vez más ácida debido al cartel internacional que poseían los Xeneizes a mediados de los ochentas (antes de 1986 ostentaban dos Copas Libertadores y una Intercontinental) comparado con el del club Millonario que hasta antes de ese año nunca había ganado el importante torneo de la CONMEBOL.
De tal modo, es comprensible que muchos seguidores rojinegros terminen por aprobar, acuerpar e incluso aplaudir las determinaciones de sus representantes, sin caer en cuenta que muchas de ellas atentan vilmente contra el Fair Play que sí exigen para las demás instituciones oponentes. Dirigentes como los mencionados ha habido en todos los tiempos y por todas partes. El conjunto tibaseño no ha estado exento de ellos; en el año 2000 su entonces tesorero Marco Aurelio Castro desató la polémica al acudir con una caja llena de pollitos a la conferencia de prensa en la que anunció la contratación de Reyner Robinson, en alusión al hecho de ‘robarles la vuelta’ a los manudos y lograr el fichaje del atacante limonense que también era pretendido por Alajuelense. En la actualidad Jeaustin Campos, si bien un elemento importante en el éxito morado y autor de un trabajo valiosísimo en el balompié boricua, últimamente no ha tenido mesura a la hora de criticar a sus colegas de la acera de enfrente, en una disputa verbal que poco bien le hace a nuestro fútbol, mientras que el presidente saprissista Juan Carlos Rojas hoy aparece en los medios con una perlita (“Saprissa no es Heredia y la Cueva no es el Rosabal”) mediante la cual irrespeta a un tercero ajeno a la discordia. El aficionado que lejos de cuestionar tales actitudes decide callar, se convierte en cómplice, al igual que sucedió estos últimos ocho años con los pésimos gobiernos que sufrimos los costarricenses… Por lo tanto, si el equipo manudo vence al CS Herediano en la final nacional y lo celebra cantando “es para vos, es para vos, morado puto, la puta que te parió” debe ser fuertemente criticado por sus parciales y no excusado, como hizo más de un seguidor rojinegro hace seis meses…
Un ejemplo más de fanatismo: días antes del encuentro sabatino se promovió en las redes sociales una campaña saprissista que mediante el hashtag ‘#vamosmorados’ invitaba a sus seguidores a motivarse entre ellos de cara a la importante cita; la iniciativa, sana y respetuosa, (es decir, no hacía referencia al rival y ni siquiera auguraba la campeonización) fue criticada por un amplio sector manudo que la acusó de triunfalista, aunque reitero, nada tenía de similar con, verbigracia, las camisetas de campeón que sacó a la venta el bando rojiamarillo antes de una de las últimas finales perdidas. Incluso un ícono liguista como Pablo Gabas externó en su Facebook su inconformidad con el gesto morado, demostrando así su poco objetiva posición, más parecida a la de un seguidor de un balompié en el que las pasiones futboleras incluso han cobrado vidas como lo es el argentino. Arengar a su exequipo está muy bien, pero confundir a sus seguidores, no. La campaña del saprissismo es un buen ejemplo por seguir, digna de verdaderos partidarios y no de los gamberros que invadieron el campo para agredir a los jugadores manudos, pues no es un secreto que la mayoría de los delincuentes que hacen algo así no tienen acceso a redes sociales.
La prensa, como de costumbre, también tiene su gran cuota de culpabilidad. Seguir una tendencia amarillista en sus publicaciones, en las que se hace hasta lo imposible por darle nacimiento a la polémica –muchas veces donde no hay lugar a ella- repercute en el fanatismo señalado. Cierto periódico aprovechó la llegada al Saprissa del guardameta mexicano Luis Ernesto Michel para titular que su colega Pemberton no se daba por menos… ¡Como si el azteca arribara al país para adueñarse del puesto de Patrick para Brasil 2014! Cuando a nuestros medios de comunicación les importa más vender que informar, no hallan inconveniente en darles pólvora a los aficionados, y ese hecho, con unas problemáticas barras organizadas que desde hace tiempo se han escapado del control de la dirigencia de los equipos nacionales, resulta una práctica bastante peligrosa e irresponsable.
Hoy medio país pide la cabeza de Jonathan McDonald en una charola de plata. Su falta de sapiencia quedará para siempre como una triste anécdota que le costó a LD Alajuelense ser superado en la cantidad de títulos nada menos que por su acérrimo contrincante. Incluso el jerarca manudo Raúl Pinto hizo público su malestar y decepción; “salgo con un sabor agrio, porque qué hubiera pasado si jugamos con once jugadores todo el partido y no con diez. Cosas como esas uno las resiente porque todo pudo ser diferente”, señaló ‘el papá de Pedrito’, quien además osó afirmar que la Comisión Técnica del equipo estudiará si sanciona al jugador.
Para concluir, con estas consideraciones pretendo invitar al estimado lector a aplicarlas al club de sus simpatías. Usted como fiel seguidor de una institución con historia y tradición merece respeto y dignidad, por ende, tiene el derecho e incluso el deber de exigir una dirigencia de altura, y no barrabravas con corbata. Así, no dude en cuestionar al próximo funcionario administrativo de su propio equipo que con ardides acuda a tecnicismos legales para destrozar lo más hermoso del deporte que nos apasiona a todos. Pero si está en desacuerdo conmigo, si prefiere ‘morir con la suya’ y sus dirigentes fanáticos, entonces le deseo mucha suerte y, sobre todo, paciencia para la próxima vez que otro de sus jugadores regale toda la temporada con complicidad suya y de sus directivos…
El fanatismo es tan nefasto como dejar al equipo con diez al minuto 13 de una final.
*Las declaraciones de los presidentes Juan Carlos Rojas y Raúl Pinto fueron tomadas de Al Día (12 de mayo de 2014) y crhoy.com (11 de mayo de 2014), respectivamente.