
Ya se lo que están pensando con el título de esta columna. «Aquí viene Jusino a criticar la Federación otra vez, más de lo mismo, bla, bla, bla». Pues fijense que no. El propósito de este escrito no es un crítica a la gestión de Eric Labrador, sino una crítica a la perspectiva colectiva de todos los que de una manera u otra conforman la federación. Entiendanse, clubes, jugadores, árbitros, técnicos, en fín, para mí esto es una mirada crítica de nuestro deporte en el ahora del 2018.
Si en algo estoy de acuerdo con el licenciado Randy Torres es que Labrador no es la causa primordial del mal que afecta a nuestra federación. El es solo el síntoma. Recuerden, Labrador no se impuso, el ganó una elección democrática donde los componentes, que estaban activos en la FPF en los diversos momentos históricos, eligieron. Por ende, todas las decisiones de Labrador, sean buenas o malas, recaen en dichos componentes de la FPF. Esto incluye las decisiones sobre los técnicos nacionales, y las decisiones sobre personal, y partidos a disputarse por cada una de dichas selecciones.
Por tanto, cuando uso el término Federación, no me refiero a los empleados y a los funcionarios elegidos por la Asamblea, sino a los componentes de la Asamblea General.
El problema de nuestro fútbol es uno totalmente filosófico. A pesar de que se habla de profesionalismo, todavía la filosofía que impera es una totalmente enfocada en el sistema amateur. Los jugadores y jugadoras basicamente se les inculca que la meta debe ser conseguir una beca universitaria para poder estudiar. El fútbol es presentado como una herramienta para llegar a otro peldaño, y no como una meta a seguir.
Pregúntele a cualquier padre y lo que te dirá es que desea que se hijo sea un médico, o un abogado. Muy pocos son los que, como objetivo, impulsan a sus hijos a que ausculten una carrera como profesional. Y aun si lo hacen, tienen la visión estadounidense del profesionalismo, que usa la experiencia universitaria como un Plan B y un peldaño a una carrera profesional.
Pero debería ser al revez. Los clubes, los entrenadores, la federación debería empezar a inculcar que los chicos aspiren a ser profesionales, aspiren a que su meta sea ser futbolista primero. Si no se puede, entonces que vaya a la universidad y se desarolle en lo que le apasione. Pero si su pasión y su habilidad le permite aspirar a jugar profesional ¿por que troncharle las oportunidades? Tiempo de sobra habrá para la universidad, y con los costos ascendentes en la educación universitaria, tal vez su destino le lleve por otro camino de mucho más provecho.
Aquí el problema principal. Mientras la Federación se consume en sus peleitas internas sobre un presupuesto millonario, que siendo realista son migajas, pudiera constar de uno multi millonario si dejaran las peleas, y se trabajase genuinamente con una filosofía pro-fútbol. Hay muchos dentro del deporte que genuinamente quieren desarollar el fútbol, y otros que solo velan por sus propios intereses. El lucro no es malo, pero hay lugares y espacios para eso.
Creo que el enfoque filosófico debe ser la masificación y profesionalización; y no me refiero a ligas profesionales. Me refiero a profesionalizar una industria. Me refiero a invertir en infraestructura, me refiero a invertir en la educación de los técnicos, y árbitros, para que puedan ofrecer mejores oportunidades de juego a los niños. Me refiero a que hayan buenos y sabios administradores de los bienes federativos, y que estos estén al margen de las decisiones políticas. Que los políticos tengan su espacio, pero no se inmiscuyan en las areas administrativas que no les competen.
La palabra profesional, según la Real Academia Española, significa «dicho de una persona: Que ejerce su profesión con capacidad y aplicación relevantes.» Entiéndase, necesitamos profesionalizar todos los renglones, y eso incluye la filosofía de desarollo, no solo de jugadores, sino de desarollar una industria alrededor de ellos que les sirva como base económica para sus futuros, dentro y fuera de la isla.
Hasta que en el barrio más recóndito de la montaña, los niños no sepan lo que es un balón de fútbol, o quien es un Pito Ramos, un Eduardo Ordoñez, Ozorez, un Rafa Guerra, un Marco Vélez, o hasta un Alexis Rivera, no se puede esperar que nuestro fútbol logre su potencial en la isla.
Si la Federación sigue sin establecer un fundamento clave para la creación de una industria, seguiremos viendo los por poco, y los casi, casi ganadores. Exorto a todos los candidatos a las diversas posiciones en la federación a que busquen profesionalizar todos los renglones, y tratar el fútbol como lo que es, una industria, y la seriedad que eso conlleva.