Pase lo que pase en las fases finales de la Champions y el Mundial, parece que estamos en una coyuntura futbolística. Saliendo de la pandemia, creo que la era de Cristianos y Messianicos ha terminado. Y los talentos que puedan surgir, sean los Benzema, Saleh, MBappe o DeBruyne, Kane, Pedri o Griezmann – los más talentosos/habilidosos de esta camada – pasan al servicio del conjunto.
El gesto de Cristiano recientemente con un fanatico es producto de la frustración de saber que su época y hambre de gloria se termina, opacada por estar en un club de gran renombre (Man United) y jugadores, pero con equivocaciones y limitaciones deportivas.
Lionel Messi siempre pareció víctima de su destino, más que artífice: al irse de Rosario Argentina a buscar futuro y tratamiento hormonal en Barcelona de adolescente. Fue su padre Jorge quien tomó las decisiones importantes, el visionario de la familia. Al tomar nuevo rumbo hacia París, el destino de Messi fue producto de una crisis del Barcelona, más que un deseo de probar nuevos retos. Allí encontró a Mbappe y Neymar, un gran talento que se desvió en fiestas. Como un guitarrista que prefiere el ‘after-party’ al concierto. Mientras tanto, Cristiano seguía su búsqueda de glorias y títulos.
En París, los talentos parecen pisarse los talones y entorpecerse. Bajo el capricho de un jeque qatarí enamorado de los talentosos, en vez del sentido futbolístico, el PSG armó un edificio con fundamentos inestables. Ahora Messi parece acercarse a la normalidad deportiva. Sin embargo, el control y habilidad de Messi son inigualables en la historia del deporte. Además, su capacidad de procesar tiempo y espacio en la cancha tienen un factor supernatural, con un posible elemento de Asperger.
Parte del problema son los comentaristas y periodistas. Para captar la atención, se explotó la tendencia de enmarcar los duelos en términos personales: Messi v. Cristiano; Pep vs. Mourinho. Simplista pero efectivo. No obstante, en años recientes, han sido los equipos – Bayern Munich, Chelsea, Liverpool, Man City, Francia, Croacia – que han mantenido su excelencia.
El éxito de Argentina en el Mundial de 1986 se debe grandemente a la visión del entrenador Carlos Bilardo, de armar un equipo para aprovechar la magia y personalidad de Diego Maradona. No obstante lo que vendan los marketers, ahora y siempre, hay que recordar, el fútbol es un deporte de equipo. En el fútbol, es menos probable que – como sucede en el baloncesto- una figura rutilante pueda arrastrar a un equipo entero al éxito.
Hemos comentado las diferencias entre Maradona y Messi. La gran diferencia entre ser el mejor jugador, y ser el mejor y también ser líder. El mercadeo vende nombres, jugadores y productos. El éxito en este deporte requiere diferentes piezas para diferentes funciones, como armar una máquina o un auto. Messi es gran solista, y encajado entre Xavi, Iniesta, Suarez, Neymar, Alves et al. podía alcanzar alturas exquisitas.
Como expresó Guardiola en una entrevista televisiva reciente: «[En Barcelona] Ganamos mucho, pero sin él [Messi] no habríamos ganado tanto».
El legado de Messi quedará marcado por lo que pueda lograr Argentina en Catar. Allí, tendrían un equipo confeccionado con el rosarino como jugador de conjunto, en vez de solista brillante. En esto también será un triunfo de la orquesta sobre el solista. Una victoria de los equipos.
Keyvan Heydari es un periodista deportivo con más de 25 años de experiencia y varios Mundiales y Juegos Olímpicos. Se le puede seguir en @keyvanantonio.