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Asamblea de la Región Metropolitana celebrada en el Museo del Deporte de Guaynabo el pasado domingo 2 de diciembre de 2018. Edwin R. Jusino | Archivo

La Federación Puertorriqueña de Fútbol (FPF), por años, tiene un gran problema de transparencia corporativa. Eso lo hemos cubierto a saciedad en este medio y si desean saber más pueden usar la herramienta de búsqueda para informarse. Cuando la actual administración tomó cargo de la institución dijeron que serían transparentes pero eso no ha ocurrido.

El problema de tener una institución rectora poco transparente es que, entre diversas consecuencias, fomenta el caudillismo. Es el mismo fenómeno que se puede observar a nivel municipal. Una institución con poca transparencia fomenta que se «endiose» la figura del caudillo de turno. Cualquier tipo de crítica es vista como un ataque a la honra y hay que combatirla.

El Dr. John Londregan, profesor de Política y Asuntos Internacionales, postuló en 2013 que «los gobiernos autoritarios con frecuencia frenan la innovación en las empresas e instituciones con el fin de evitar» una rebelión social en su estudio titulado «La maldición de la Transparencia: información privada y libertad política».

 

En un artículo publicado por Carlota Cortés, de la Universidad de Navarra, donde se discute la obra de Londregan, Cortés dice: «Con el fin de mantenerse en el poder, los gobiernos autoritarios reprimen la libertad de prensa y la introducción de nuevas tecnologías en las industrias. Según los modelos empíricos de Londregan, las democracias se caracterizan por una mayor facilidad de introducir nuevos sistemas y procesos en las instituciones. Asimismo,  las democracias brillan por contar con una mayor facilidad de acceso a Internet. Por ello, este profesor explica que la clave para el desarrollo de una democracia sostenible pasa por contar con un mayor flujo de información y una considerable apertura a nuevos procesos.»

Cuando una institución solo otorga acceso a la prensa que solo hace relaciones públicas, es una manera de repimir a la prensa fiscalizadora. Cuando una institución busca sancionar a sus afiliados críticos, y da beneficios a los afiliados que le rinden pleitecias, se aferra en los procesos autoritarios y no en los democráticos.

La FPF se ha ido haciendo menos democrática desde la puesta en vigencia de los actuales estatutos. Irónico, porque esos estatutos buscaban ampliar la participación de los sectores que conciernen la industria del fútbol de Puerto Rico.

Los miembros y afiliados a la FPF deben tener en cuenta que su lealtad debe ser hacia la institución, pues sin los clubes, sin las ligas, sin los árbitros, sin los jugadores y sin los técnicos la FPF es irrelevante. Puede ser un Russi, un Labrador, un Rivera, un Serralta o un Monroig, ese caudillo terminará yéndose de la institución. ¿Entonces que? ¿Vendrá el próximo caudillo a «repartir el bacalao» a sus allegados y continuaremos el mismo ciclo de estancamiento?

A más democracia, más progreso. Y la democracia requiere que se cuestione al líder, no que se le aplauda ciegamente. Es importante cuestionarlo todo, es importante que se tomen decisiones basadas en data empírica y no basadas en lo que le conviene a X o Y administrador federativo o sus allegados.

Iván Rivera y Cukito serán fantasmas del pasado mañana, pero la Federación perdurará. Perdurará porque sus afiliados son sus cimientos. La FPF tiene que rendirle cuentas a sus afiliados y al público en general; porque los fanáticos son los que compran taquillas para sus partidos, son los que compran la idumentaria. Y si no hay fanáticos ¿para que hay fútbol?

Ustedes miembros de la FPF, cuestionen, exijan documentos, y si hay represalias, diganlo. Ya es tiempo que entiendan que la democracia no es cada cuatro años. Es todo el tiempo. ¿Votaste por la actual adminsitración? Con más razón deberías fiscalizar. Porque ellos no fueron electos para beneficiarte a ti particularmente, sino a todos por igual. ¿Tan dificil es ser diferentes a como trabaja la política partidista de Puerto Rico?

Termino con esto, el miedo es la arma más potente de un autoritario.

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