Randy Torres | Penal Errado
El lunes pasado, en atención a un cliente, asistí a la conferencia de prensa de las federaciones de Canadá, Estados Unidos y México anunciando su propuesta para ser sede en conjunto del Mundial 2026. Francamente el tema no me importaba mucho. Ya los detalles se habían filtrado y como van las cosas en el mundo quien sabe si el planeta dura 9 años más.
El plan era llegar temprano, atender el negocio e irme, pero como pronosticó el Mariscal Rommel, ningún plan sobrevive contacto. Llegué tarde y me tuve que quedar hasta el final. No me quedo otra que prestar atención y tratar de aprender algo.
El marco estaba a la altura de un evento de importancia: un lujoso salón rodeado de ventanas en el piso 102 de la nueva torre más alta de Nueva York. Vislumbraba un panorama majestuoso de la ciudad. Se le veían hasta las retinas a la Estatua de la Libertad. El maestro de ceremonias era Alexi Lalas, exjugador y ahora relator “celebrity”, cuyas soberbias opiniones son más entretenidas de lo que jamás fue su juego en cancha.
En el podio estaban los 3 capos federativos: Decio de María de México, Sunil Gulati de Estados Unidos y Victor Montagliani de Canadá (y CONCACAF). Gulati confirmó lo que ya todos sabíamos, las federaciones solicitaban en conjunto ser sede del Mundial 2026. Los detalles llamaron la atención. Bajo el nuevo formato para el 2026, FIFA expandió de 32 a 48 los países participantes (una cuarta parte de todos los países del planeta) y de 64 a 80 partidos. De esos 80 partidos, a Estados Unidos le tocarían 60 y Canadá y México se repartirían los 20 restantes por partes iguales.
Se escucharon murmullos en la sala. Sin duda, cualquiera de los 3 países puede armar un mundial por su cuenta, pero ¿por qué semejante desbalance? Sin ánimo de ofender a Canadá, el gigante de CONCACAF es México y para el colmo ya armó dos mundiales. ¿No haría más sentido reflejar esa superioridad en la repartición de partidos, quizás 50 para Estados Unidos y 20 para México? Los 3 presidentes presentaron su cara más estoica y profesaron estar de acuerdo que la repartición era justa.
Gulati siguió pregonando las virtudes de la propuesta. Tres es mejor que uno y el colectivismo federativo fortalecía las probabilidades de éxito. Claro como también lo hace el hecho de que ya FIFA anuncio que ni UEFA, CONMEBOL ni AFC podían aspirar al mundial 2026, dejando solo a OFC y CAF como oponentes a la candidatura de CONCACAF. En otras palabras, el Mundial 2026 es de CONMEBOL para perder. Como están las cosas, difícil que un país africano o de Oceanía tenga los recursos para desarrollar la infraestructura necesaria. Canadá, Estados Unidos y México ya cuentan con más de 50 estadios de talla mundialista y toda la infraestructura necesaria para un evento de esta magnitud.
Reflejando los tiempos Gulati hizo referencia a los antecedentes migratorios de los 3 presidentes: Gulati de descendencia india y los otros dos italianos. El evento abarcaría las diversas culturas norteamericanas y promovería unidad. Suavizo la insinuación del discrimen, el gran tema de nuestros tiempos, presumiendo de su conversación personal con Trump quien según Gulati, daba todo su apoyo y beneplácito al proyecto.
Como era de esperarse Gulati también vendió un poco de aire dulce para justificar el proyecto. El mundial según lo tenían conceptualizado sería bueno para el desarrollo del futbol en la región y un evento positivo para la sociedad. En fin, nada que ver aquí, solo otro político más besando bebes.
Surgió un momento de tensión cuando un periodista de ESPN le preguntó a de María como se sentía participando en este proyecto cuando Trump insiste en la muralla y llama asesinos y violadores a los inmigrantes mexicanos. De María, con elegancia, se limitó a hablar de futbol. Se me ocurrió cínicamente que quizás por eso reservaron 20 partidos fuera de Estados Unidos. ¿Si se mantiene el racismo institucional vigente, donde jugarían las selecciones de los países en la lista negra de Trump? La solución es clara, el que clasifique de esos países que juegue en Canadá o México.
Santo y bueno el proyecto para Canadá, Estados Unidos y México, pero ¿y para Puerto Rico qué? Buscándole la quinta pata al gato, me centré en la respuesta que dio Victor Montagliani a una pregunta sobre los cupos que le tocarían a CONCACAF. Al parecer serian 6.5, las 3 sedes tendrían cupo directo, clasificarían por eliminatorias 3 más y uno de repechaje.
Soñar no cuesta nada y en 9 años pueden pasar muchas cosas. Por ejemplo, puede llegar una nueva administración federativa con un proyecto de selecciones serio. Tan lejos no estamos. Un programa que caritativamente podemos llamar menos que mediocre nos puso a ley de un partido para clasificar a la Copa Oro. ¿Quién dice que trabajando con seriedad no se puede llegar a un mundial, aunque sea por repechaje?
Concluida la conferencia me acerque a Ted Howard, subsecretario general de CONCACAF para hablar del negocio que me trajo al evento. Se me ocurrió preguntarle sobre la posible sanción de FIFA a la FPF por incumplimiento de pago a Jeaustin Campos. Howard hizo un esfuerzo por entender que le estaba preguntando. Los puertorriqueños tenemos la tendencia a pensar que el mundo gira alrededor nuestro y que un paladín siempre va a aparecer para salvarnos de la ruina. Me di cuenta en seguida que para Howard el tema no llegaba ni a nota al calce.
“Sabes cuantas federaciones deben plata y cuantas están bajo amenaza de sanción”, me pregunto. “Si, pero hay una carta de la FIFA”, proteste, “algo tienen que hacer”. Su respuesta me dejo claro dónde queda Puerto Rico en las prioridades de FIFA. “Lo dudo”, me dijo, “siempre hay una posibilidad, pero es poco probable. En estos casos rara es la vez que FIFA haga algo.” En otras palabras, o Puerto Rico resuelve sus propios problemas o no nos salva ni un médico chino.