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Keyvan Heidary entrevistando a Diego Armando Maradona. Suministrada | Archivo

El 29 de junio 1986, marcó un antes y después en la historia del fútbol. Al concluir la final del Mundial de Mexico 1986, al final del día, el rey absoluto era Diego Maradona. Aunque puede ser que Lionel Messi es más talentoso, Maradona era más protagonista, como persona y jugador. En noviembre del 2020, murió Maradona, dejando una tormenta de caos, pero su huella deportiva perdura. Aún así, su leyenda crece.

En más de 25 años de carrera reportando sobre el fútbol, y viajando alrededor del mundo y a Mundiales, tuve una decena de encuentros con Maradona: En ruedas de prensa, charlas cara a cara y entrevistas cortas y largas, e incluso discusiones acaloradas. El último: en Munich durante el Mundial Alemania 2006.

México 1986 fue mi primer Mundial presenciando en la cancha, y fue un privilegio. En aquel entonces, uno tenía la oportunidad de hablar con los jugadores. Los hinchas encontrarán mil maneras de recordarlo. A veces, estando en una isla, uno se siente lejano del mundo, y en aquel entonces, del mundo del fútbol. En 1986, se sabia del talento de Maradona, pero si uno no vivia en Argentina, Espana o Italia, era difícil entender la magnitud. Ahora, un ‘proyecto pelusa’, un intento de documentar las interacciones del Diego con su pueblo está en pie.

Maradona procesaba todo a su alrededor: caras, situaciones, energía. De la misma manera que su cabeza procesaba la cancha y posiciones. Esta anécdota es emblemática: un hincha lo abordó en la calle, le dijo “vos no te vas a recordar, pero…” y Diego lo interrumpió y reconoció, pues lo había conocido en un asado con su hermano. La cara del hincha estaba iluminada, radiante, por haber sido reconocido por su ídolo.

Antes de Mexico 1986, se desconocia quien seria el nuevo rey del futbol. Estaban Michel Platini (Francia), Zico (Brasil), Francescoli (Uruguay), e incluso Rummenigge (Alemania) y Laudrup (Dinamarca) entre los príncipes.

Difícil olvidar el partido Argentina- Inglaterra, disputado en un marco geopolítico y social tras una dolorosa guerra para Argentina. Para los que no vivieron la época y los dos goles de Maradona ese día, siempre repito: Me impresionó mucho más el gol virtuoso que el gol pecador. Porque, como buen acto de un mago, no vi la mano de Diego desde la tribuna alta del Azteca.

Durante el Mundial de México, varias veces Maradona había concedido entrevista a Teófilo Cubillas, ídolo peruano de México 1970 y cuya sonrisa podía abrir cualquier puerta en el fútbol. Yo era su productor de televisión y le proponía conseguir entrevistas. Varias veces nos toco filmar entrenamientos y entrevistas, y Maradona acuñó un apodo para Cubillas ‘El Negro de la Suerte’, pues cada vez que le daba entrevistas ganaba Argentina. (De hecho, la cinta de la única entrevista que Maradona hizo el día después de que su picardía y genio resultaron en dos goles Inglaterra en los cuartos de final está en un armario en mi casa. De esto, se usó un tramo breve para el documental Diego Maradona de Asif Kapadia).

Tras el segundo gol de Maradona, dos periodistas estadounidenses asistiendo a su primer Mundial, trataron de ponerle una dimensión numérica a un evento de pura magia y virtuosidad, algo que pudiera conectar a sus lectores acostumbrados al béisbol o baloncesto con la majestuosidad del golazo. “It took 11.3 seconds”, dijo Michael Lewis, reportando para un diario neoyorquino y ahora un experimentado periodista del fútbol. “Su pie hizo contacto con el balón 15 veces”, respondió su colega de Baltimore. Para mi, ninguna cifra podría resumir el talento y momento de ese gol del Diego, y pensé que era estéril tratar de resumirlo con números para los que no pudieron vivirlo en persona.

Fue obra de un maestro en escena. Lo que recuerdo es el zumbido que siempre tiene el Azteca, por su arquitectura, por su acústica y por las cornetas que llevan los hinchas de Mexico. ‘Me-xi-co, Me-xi-co’…. Pero cuando el Diego recibió el pase de Carlos Enrique cerca de media cancha, y gambeteó a varios ingleses antes de entrar al área contraria, en el estadio, el zumbido del Azteca desapareció. El silencio indicaba que el público percibía que algo extraordinario iba a pasar y calló en presencia.

Las entrevistas que daba Diego siempre tenían pique y sustancia. Le preguntaron sobre la mano y con ironía dijo que fue ‘la mano de Dios’. No recuerdo qué dijo ese día sobre su obra maestra. Al dia siguiente, curiosamente destacó la falta de cinismo de los ingleses para no hacerle falta y cortar su cabalgata antes que culminara en gol.

El partido que normalmente se ignora entre las cúspides futboleras de Maradona de 1986 es la semifinal ante Bélgica, donde Maradona tuvo dos slaloms preciosos que terminaron en goles, entrando como serrucho en la defensa belga. Como el K2 entre dos Everests del fútbol ese juego se menosprecia entre los triunfos contra Inglaterra y Alemania. Ese partido fui al Azteca con mi cámara y con un lente más largo para poder documentar lo que no se veia desde la tribuna de prensa. Tengo la secuencia en fotos, pero mis recuerdos están más desenfocados.

Vale la pena volver a los inicios de la trayectoria del Diego.

Jorge Barraza, redactor de El Gráfico, compartió esta anécdota hace un par de mundiales en una cena. En aquel entonces la revista El Gráfico era la referencia del deporte latinoamericano, y junto a Don Balón, llegaban al Caribe con información del mundo del fútbol. Barrazo dijo : “llegaban los resultados de los pibes, y veíamos resultados ridículos.. Por ejemplo, Argentinos Juniors 17-River 0. Entonces, revisamos a ver si se nos escapó un error, y era un 1-0. Pero al llamar al reportero, corroboraba que efectivamente, era un 17-0, con 15 goles de Maradona. Al poco tiempo, nos acostumbramos”.

Previo a la final en el Azteca en 1986, parecía Alemania podía descarrilar, base de su estilo, a cualquiera. Eliminó a Francia, a Michel Platini y sus talentosos escuderos en la semifinal, de la misma manera que lo hizo en España 1982. Yo había presenciado la semifinal épica de Sevilla disputada bajo un calor mediterraneo agobiante, cuando Alemania eliminó a Francia en penales (4-3, 5-4), un partidazo con una agresión brutal del portero Schumacher sobre Battiston. Francia tenía virtuosidad y el conductor, Michel Platini. Sin embargo, entró Karl-Heinz Rummenigge y el destino del partido cambió para Alemania. Dos goles en tiempo extra para empatar y Francia fuera en penales.

En la final del ‘86, parecía podía tomar el mismo rumbo. Alemania empató 2-2 con cabezazos de Rummenigge y Voeller, y pensé la fuerza y velocidad de Alemania podrían superar al fútbol de los pamperos. Pero Recuerdo que bajo el calor del mediodía en la capital de México, el pase entre líneas de Maradona para Burruchaga marcaría el 3-2 decisivo. Diego no hizo el gol decisivo; puso el pase.

Eran Mundiales de 24 equipos, todos llegaban con mérito. Imaginen que dos campeones mundiales, Argentina e Italia, estaban en el mismo grupo de primera ronda. Ahora, el verdadero Mundial comienza en la ronda de eliminación.

Digamos que Argentina logre, con Messi de bandera y Scaloni a la cabeza, obtener su tercer título mundial en Catar 2022. Pero por lo que se ve de la actual selección argentina, Messi es una pieza del equipo, un mascarón del barco que pueda llegar a puerto en Doha. No la locomotora que fue Diego en 1986. Entonces, habrá que hacer un espacio en el Olimpo para Messi.

Si Messi es una máquina goleadora, Pele un vendedor sonriente, Cruyff un genio complicado, Maradona era un humano, un ser divino y pecador. Messi provoca admiración por su talento, pero todavía no ha arrastrado a un equipo a un título. Maradona provoca pasión aún tras su muerte. Si Diego lo veneran como un dios del fútbol, es uno como los de la mitología griega, con defectos y pecados a semejanza de los humanos. Pero su entrada al Olimpo aquel 29 de junio de 1986 es el punto definitivo.

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