El 7 de abril de 2009, un grupo de hombres exhaustos vestidos de naranja se retiraban a los vestuarios de una cancha de Ciudad de México, cabizbajos tras perder en la tanda de penales ante el poderoso Cruz Azul. El resultado era predecible, ya que el conjunto mexicano, uno de los más respetados de su país, partía como claro favorito frente a los advenedizos Islanders de Puerto Rico, pero la sorprendente Tropa Naranja afrontaba la eliminatoria cargada de moral tras convertirse en el matagigantes de la competición. La extraordinaria trayectoria del cuadro portorriqueño aumentó sus expectativas, pero también su dolor en la hora de la derrota.
«Este año hemos hecho una campaña increíble», declaró a FIFA.com el norirlandés Colin Clarke, entrenador del Islanders FC de Puerto Rico, tras la sensacional carrera que siguió el equipo hasta colocarse a las puertas de la final de la Liga de Campeones de la CONCACAF 2009.
«Caer en semifinales ha sido una decepción. Siempre es duro para cualquier jugador o entrenador quedarse tan cerca de la gran fiesta final», añadió Clarke, segundo máximo goleador de la historia de Irlanda del Norte. «No obstante, me reuní con los chicos y me aseguré de que comprendieran la magnitud de lo que han logrado».
Un viaje largo y extraño
La aventura comenzó hace casi un año. El Islanders de Bayamón, en la que era sólo la tercera temporada de la historia del club y la segunda a las órdenes de Clarke, conquistó el primer puesto de la segunda división de la llamada «Conferencia Este» de Estados Unidos, lo que le dio derecho a disputar contra el San Juan Jabloteh trinitense la repesca con un puesto en la ronda preliminar de la recientemente reformada Liga de Campeones de la CONCACAF (conocida anteriormente como Copa de Campeones).
«No sabíamos qué esperar. No estábamos seguros de cómo nos afectaría el nuevo formato de la competición», añadió el técnico, quien como futbolista profesional jugó en el Queens Park Rangers y en el Portsmouth y disputó la Copa Mundial de la FIFA México 1986 con su país. «Así que nos centramos en presentar batalla, con la esperanza de lograr un resultado positivo».
Y así fue. El cuadro isleño se impuso por 1-0 en el cómputo global de la eliminatoria. Después vino lo que para muchos parecía el fin del trayecto: un duelo con el Alajuelense de Costa Rica, bicampeón de la CONCACAF.
«Ése fue el momento en el que los portorriqueños empezaron a prestar atención a lo que estábamos haciendo», asegura el entrenador. Después de lograr a domicilio un empate a 1-1 que dejó boquiabiertos a los 900 hinchas rivales, que esperaban una victoria cómoda, el Islanders se impuso por 2-1 en el estadio Juan Ramón Loubriel. «Aquello fue definitivo, las cosas empezaron a irnos de cara. De repente, el fútbol robaba espacio en los titulares a deportes de mucha más tradición como el boxeo o el béisbol».
Las «Naciones Unidas» del fútbol caribeño
En la fase de grupos, el equipo isleño (formado por lo que el técnico llama unas «Naciones Unidas» de jugadores procedentes de Trinidad y Tobago, Jamaica, Estados Unidos, Liberia, Haití, Puerto Rico e incluso Irlanda) siguió sorprendiendo a propios y extraños.
Tras superar al Tauro FC de Panamá y al Santos Laguna mexicano, y empatar con el Municipal de Guatemala, el Islanders sorprendió al coloso hondureño CD Marathon en cuartos de final y se metió en un terreno hasta entonces totalmente desconocido para él: el de semifinales. Fue en esta ronda cuando, después de lo que sólo se puede describir como una hercúlea lucha, el conjunto portorriqueño hincó la rodilla frente a uno de los históricos de la región, el Cruz Azul, que sólo consiguió superar al rival en la tanda de penales tras haber perdido el partido de ida en Puerto Rico. «La eliminación no quita ningún mérito a lo que han logrado estos chavales», declaró Clarke, entrenador también de la selección de Puerto Rico, que está realizado grandes progresos en los últimos tiempos.
El técnico atribuye la sensacional campaña de su equipo a la calidad de sus jugadores y a un cambio de filosofía en la isla. «Cuando llegué aquí, en la primavera de 2007, tuve la impresión de que me encontraba ante el típico decorado caribeño: mucho talento pero poca organización. Con este panorama, la disciplina era el primer punto del orden del día».
Los viajes, un problema
Nada es fácil para el Islanders de Puerto Rico, un territorio estadounidense en el mar Caribe que se regula por un gobierno autónomo. En primer lugar, los viajes representan un problema importante. «Sólo llegar a Miami ya son dos horas de avión, por lo que tenemos que hacer un gran esfuerzo para los partidos a domicilio», añadió el ex entrenador del FC Dallas de la Major League Soccer estadounidense. «No obstante, estar siempre de viaje nos ayudó en la Liga de Campeones. No teníamos tiempo para pensar demasiado, estábamos demasiado ocupados. Pero sobre todo, no había tiempo para que el entrenador rival metiera demasiado las narices y nos estropeara el juego».
En general, si las cosas siguen mejorando, el afable técnico norirlandés ve a Puerto Rico con posibilidades de convertirse en una potencia de la región. «No es una isla pequeña», asegura. «Aquí viven cuatro millones de personas. Es un buen lugar para trabajar porque hay margen de mejora y voluntad para progresar».
La temporada de las United Soccer Leagues ya ha empezado y el Islanders no ha tenido tiempo para celebrar su aventura. El equipo de Puerto Rico se estrenó con una victoria contra el Whitecaps de Vancouver en casa y ante un público muy numeroso. «Los aficionados han vuelto y eso es buena señal», declaró Clarke. «Creo que nos hemos ganado su cariño».