Desde siempre, Puerto Rico ha sido sinónimo de béisbol. Desde mediados del siglo XX y hasta ahora, los máximos referentes del deporte boricua han sido los grandes jugadores que su béisbol ha aportado a las Grandes Ligas estadounidenses.
Sin embargo, en sólo unos cuantos años, un grupo de futbolistas exitosos ha logrado hacerse un hueco en el corazón del país y, con él, dar a conocer al deporte más popular del mundo en una isla en la que, hasta ese momento, sólo era la referencia de lo que sucedía en el resto del mundo.
Emprendedores y exitosos
En 1995, un equipo llamado Puerto Rico Islanders debutó en las ligas inferiores del fútbol de los Estados Unidos. Sin embargo, la poca popularidad del equipo y sus problemas económicos sólo le permitieron jugar 7 partidos en la isla antes de mudarse a Houston y, eventualmente, desaparecer.
Pero su dueño, Joe Serralta, nunca abandonó la idea de llevar su deporte favorito a Puerto Rico. Y, junto a un grupo de empresarios boricuas, revivió a la escuadra en 2003 y la inscribió en la United Soccer Leagues (USL), la segunda división en Estados Unidos.
Su primera temporada fue difícil: terminaron con 5 victorias, 6 empates y 17 derrotas, por lo que su única mención en los titulares de los diarios fue la contratación del técnico Hugo Hernán Maradona, hermano de Diego Armando, el gran ídolo argentino.
Sin embargo, poco a poco el equipo se fue consolidando y en 2006 consiguió llegar a la postemporada en la liga. Además, atrajo a 11.000 espectadores para el decisivo partido ante Miami FC, un récord absoluto para el fútbol en tierras puertorriqueñas. Al año siguiente, el equipo llegó a las semifinales, cayendo en una dramática serie de penales ante el Seattle Sounders.
Un año dorado
2008 ha sido histórico para el equipo y el fútbol de Puerto Rico. En la USL, el equipo llegó a la final, destrozando todos los récords de la liga en el proceso. Como nunca, el público se volcó al Estadio Juan Ramón Loubriel para apoyar a su equipo que, lamentablemente, no consiguió coronar su gran temporada con un título, al caer 2-1 frente a Vancouver en el partido definitivo.
Por si esto fuera poco, el equipo participó por primera vez en su historia en el máximo torneo regional, la Liga de Campeones de CONCACAF. Y no lo hizo sólo para hacer números. Tras eliminar al San Juan Jabloteh trinitario, la «tropa naranja», conocida así por el color de sus camisetas, enfrentó a uno de los grandes centroamericanos: el Alajuelense costarricense.
Contra todo pronóstico, los Islanders sacaron un empate como visitantes, y completaron la obra con dos goles en los últimos minutos del juego de vuelta para avanzar a la ronda de grupos, en donde lo esperaban el campeón mexicano Santos Laguna y los difíciles Tauro de Panamá y Municipal de Guatemala.
Y si alguien esperaba que los portorriqueños fueran carne de cañón, se equivocó rotundamente. Un triunfo impresionante de 3-1 frente a los aztecas en San Juan allanó el camino para una impensable calificación a la segunda ronda, sellada en Panamá, donde el equipo consiguió un memorable empate de 2 goles frente al Tauro.
Con estos triunfos, Puerto Rico está empezando a conocer a su equipo, y a un deporte que era sólo un pasatiempo callejero. El estadio Juan Ramón Loubriel de Bayamón tiene una asistencia promedio de 6.000 entusiastas espectadores, y algunos de ellos han viajado incluso para los partidos de visitante.
Así, el cielo es el límite para los dirigidos por Colin Clarke, un sólido guardameta en Bill Gaudette y un magnífico defensor en Cristian Arrieta. Nombres que, muy pronto, serán recordados del mismo modo que lo son ahora Albert Pujols o Carlos Beltrán, grandes ídolos del béisbol boricua.