Querido lector,
Les confieso que estoy escribiendo esta columna durante una noche de verano postmaría y sin servicio de electricidad y si se ofenden por mi honestidad, desde ya me disculpo. No obstante, no puedo dejar pasar el momento clave que se está viviendo en el fútbol puertorriqueño que muestra dos realidades totalmente opuestas que conviven al mismo tiempo. Me explico.
Por un lado estamos presenciando el comienzo de una época que pudiera marcar un antes y un después a nivel de selecciones nacionales. Las chicas clasificaron a una Copa de Oro y los chicos están posicionados para clasificar por primera vez a la tercera ronda de la eliminatoria mundialista. Muchos de nuestros seleccionados están brillando en sus clubes profesionales en ligas en Estados Unidos, España, República Dominicana, y otras.
Por otro lado, estamos presenciando la peor gestión administrativa que haya pasado por la Federación Puertorriqueña de Fútbol (FPF). En este medio, tanto escrito como en los programas semanales, hemos gastado memoria y saliva demás sobre el tema por lo que no voy a dejarlos mirando como la pintura se seca. O sea, no pienso aburrirlos con el tema.
Esta columna pretende aportar al tema sobre la «fiebre del fútbol». Amigos, la fiebre es un síntoma de que un cuerpo está luchando contra una infección. De hecho, la fiebre es un mecanismo de defensa del cuerpo para matar la infección. La fiebre nos hace sentir mal, agotados, con mucho sudor y en la mayoría de los casos simplemente se desaparece cuando el cuerpo humano logra vencer a la infección.
El fútbol de Puerto Rico, historicamente hablando, atraviesa estos ciclos de fiebres y eventualmente se disipan. La fiebre no es buena para el ecosistema del fútbol de Puerto Rico porque al no tener una infraestructura adecuada el interés masivo causa que colapse. Esta fiebre, a diferencia de una fiebre en un cuerpo humano, ayuda a esconder las graves faltas sistémicas que tiene la industria futbolística y termina siendo más mal que bien.
Por ejemplo, ayer en un muy escuchado programa digital hablaron de que se necesita masificar el fútbol de Puerto Rico. Entre las sugerencias que dieron fue darle más control y autoridad a la FPF sobre cuanto los clubes pueden cobrar por sus matrículas. El problema es precisamente que la FPF quiere controlar y monopolizar el mercado del fútbol. Las matrículas de los clubes están altas porque muchos no son subsidados por los municipios, sino que dependen de las matrículas para poder pagar el agua, la luz, los salarios de sus entrenadores, los seguros de responsabilidad pública, contables, multas federativas, los torneos federativos, etc.
Las instituciones deportivas operan para todos los efectos como PYMES que sufren y padecen lo mismo que cualquier otro negocio en Puerto Rico y tienen más responsabilidades porque son en un casi 100% corporaciones sin fines de lucro que se les limita sus actividades comerciales.
Le añades a esto que la FPF obliga a sus miembros a solo jugar en torneos que reciben su aval, entonces creas un monopolio que mantiene los precios altos que limita a las entidades más pequeñas de crecer. En efecto, limitas el fútbol practicado en Puerto Rico a ser mayormente recreativo y no de desarrollo de elite forzando a jugadores de gran talento como Jeremy de León a tener que sacrificarse e irse de Puerto Rico para lograr sus sueños.
En Fútbol Boricua tenemos data que demuestra que la política pública de limitar las competencia en las que los clubes federados pueden participar ha sido nefasta para la masificación del deporte en Puerto Rico.
Por ejemplo, les compartimos las siguientes gráficas de la más reciente Encuesta Fútbol Boricua 2024. Puede leer los análisis más precisos sobre la muestra de la encuesta en este enlace o en este enlace.
Estas deficiencias en el sistema son maquilladas por la fiebre del fútbol. Que el apoyo debe ser total y absoluto sin espacio para críticas, particularmente cuando a las selecciones se refiere.
Se maquilla tanto que pueden haber escuchado alabanzas a la buena gestión administrativa de la FPF a pesar de haber sobre llenado el Estadio, vendiendo el límite de taquillas y permitiendo que los amigos del alma y otros en una lista VIP entraran y ocuparan espacios que ya habían sido vendido. No importa que la FPF haya negado a miembros de la prensa, los colegas de este medio y a los principales medios tradicionales de Puerto Rico El Nuevo Día y El Vocero incluidos, la oportunidad de cubrir el evento; mientras sea prensa que solo hable lo positivo de la FPF no hay problema.
No importa que la producción de la transmisión local fue un desastre (y no me refiero a los talentos que son nuestros colegas y que les tenemos mucho respeto) porque la FPF no preveyó que necesitarían más capacidad de internet. Tampoco importa que la mayoría de los sobre 10,500 espectadores que entraron al Loubriel solo fueron para ver a Jeremy de León y que ninguno de ellos irá a ver partidos de la Liga Puerto Rico porque solo están por fiebre y no por que se han convertido en consumidores del deporte local.
¿Cuanto dura esta fiebre? Quien sabe. Pero eventualmente se disipará como siempre ocurre en el ciclo, las canchas seguirán yendo los mismos de siempre y el fútbol puertorriqueño seguirá en su largo letargo. Mientras tanto, más y más de nuestros chicos se irán al extranjero a desarrollarse, los que se pueden costear los viajes, y muchos de los que no tienen las capacidades económicas para irse a fuera seguirán perdiendose en la Isla.
No, mis queridos amigos. Puerto Rico no necesita de fiebre. Necesita de planes genuinos, de inversiones grandes de dinero. Necesita más ligas, más juegos y menos monopolios federativos.
